Índigos y Cristal y su piel
Los niños índigo y cristal y su piel
por Rut Cohen
La piel es la superficie de nuestro cuerpo y nuestra alma, superficie del placer y superficie del dolor, lo que delimita lo íntimo de lo compartido.
Cuando las palabras y las emociones no se entrelazan en un acto único de manera tal que permitan ir construyendo nuestra identidad, comprendiendo nuestro lugar en el mundo, el por qué de nuestra existencia, nuestra necesidad de trascendencia, la piel se convierte en el mapa de nuestra impotencia y desesperación.
Las enfermedades en la piel pueden dividirse fundamentalmente en aquellas que están condicionadas por una predisposición genética como por ejemplo: psoriasis, vitiligo, eczema atópico, lupus, herpes, alopecía, acné, y otras que son producto de problemas psicológicos que se expresan en el daño que nos causamos en la piel: onicofagia (comerse la uñas), tricotilomanía (arrancarse el pelo), escoriaciones neuróticas (lesiones por rascado). Pero en general se produce una combinación de estas dos posibilidades.
Vivir y habitar nuestro cuerpo no es algo dado, es un aprendizaje a lo largo de nuestras vidas.
Sentir que somos seres humanos ubicados en un contexto histórico, sociopolítico, educativo determinado nos lleva tiempo.
Pero lo que posiblemente plantee mas dificultad es el aprendizaje de nuevos modos de aprovechamiento de nuestro campo energético de forma que lo negativo sea transformado en capacidad creativa.
Los niños indigo y cristal, no solamente expresan una frecuencia índiga y cristal, una alta vibración, sino una VIDA INDIGA Y CRISTAL, una forma de estar en el mundo, un convencimiento de su misión en el planeta Tierra que instaura un nuevo orden, un orden más justo, más compasivo, un orden en el que la globalización no es sólo tecnológica sino creativa, un orden en el que el Tercer Lenguaje se irá convirtiendo poco a poco en el lenguaje telepático universal.
Los sistemas familiares y educativos aún no están preparados para este cambio radical en los vínculos, un cambio a través del cual se teja el entretodos, esa red conjunta para vivir solidariamente, en y con luz.
Ellos son catalizadores para este gran cambio. Pero no es sencillo para ellos vivir en la transición.
Es aquí dónde la psicodermatología puede leer en la piel de ellos mucha impotencia y desesperación porque su socialización es problemática.
Las dificultades en la escuela y en el ámbito familiar los confunde y nos confunde y los ubica en posiciones vulnerables y de gran aislamiento respecto a su entorno.
Los dos modos privilegiados hasta aquí de expresión de los seres humanos han sido y son aún, el lenguaje hablado y el lenguaje corporal.
Los niños índigo y cristal privilegian el sentido táctil como modo de exploración del mundo y cuando ésta exploración no es feliz, se manifiesta en la piel.
Hay muchos casos de atopias en estos niños.
Recordamos que atopia significa algo que está fuera de lugar, y lo que está fuera de lugar es la expresión de sus emociones, que por otro lado es la principal diferencia con los niños hiperactivos.
Los niños índigo y cristal si pueden expresar sus emociones y los hiperactivos no, y cuando no se expresan a través de las palabras lo hacen a través de su piel.
El eczema atópico va a mostrarnos entonces la irritación en la que viven como tonalidad emotiva y es allí donde tenemos que intervenir para mejorar su calidad de vida.
La picazón de la piel y el rascado es el equivalente de una hiperactividad que no puede detenerse porque no hay un soporte afectivo que nos ayude a encontrar sentido al movimiento.
La alopecia en mayor o menor grado es otra manera de dejar algo nuestro como marca de nuestra presencia, una marca que en verdad es una autoagresión porque no encontramos la forma de hacernos entender en un mundo que piensa y hace las cosas de manera distinta a la nuestra.
Es importante saber que en cualquier caso en que una dolencia en la piel se manifieste, ésta va a cobrar mayor importancia en momentos en que se producen cambios en la situación de vida de los niños que ellos no puedan vivir con fluidez.
Somos una unidad, es nuestra tarea lograr la armonía de nuestros cuerpos espiritual, mental, emocional y físico.
Los desajustes entre estos cuerpos producen patologías, y englobarlas bajo la palabra stress no ayuda demasiado.
El trabajo artesanal es comprender que cada ser es un ser único, maravillosamente divino en su manifestación individual aquí en el planeta Tierra como parte de la unidad de Todo Lo Que Es.
Nuestra piel es nuestro espacio de contacto, utilicemos todos nuestros sentidos para expresar lo que deseamos, lo que pensamos, lo que sentimos, nuestro amor.
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